YO PASO...
Mientras la principal preocupación de la Unión Europea es aunar esfuerzos para superar la difícil situación económica que atravesamos, en Cataluña, un grupo de paletos pueblerinos decide organizar una marcha festiva para solicitar la soberanía y de paso, convertir el acto en una multitudinaria provocación.
Los contadores oficiales no se ponen de acuerdo en el número de marchantes, pero detrás de innumerables pancartas, aparecían sujetos de distinto pelaje, independentistas, nacionalistas a secas descontentos por la falta de "pelas" y socialistas, siempre dispuestos a mear en la esquina más conveniente. Para rematar la homogeneidad, no faltó algún que otro representante perroflautil del ya extinto y romántico 15 M.
Es de recibo reconocer que la manifa quedó coqueta, con sus innumerables banderas esteladas (nacidas del colocón de un lúcido visitante de la Cuba castrista), la hoguera de turno de los frioleros nazis cobardes, encapuchados como terroristas, y el discurso de unos sujetos de curiosos rasgos avinagrados, que bien podrían trasladar sus preocupaciones a su incipiente astricción.
Pero lo que nadie esperaba era la reacción del resto del territorio español, el pasotismo generalizado, la mejor respuesta ante el ataque de los reaccionarios soberanistas.
Y guste o no, ahí quedó la cosa...
A día de hoy, los que solicitan la independencia son una minoría, y si su número aumenta en los próximos años, qué quieren que les diga, como la inmensa mayoría de los españoles, paso...