Mientras los contrabandistas británicos se ríen de los pescadores españoles con el beneplácito de sindicalistas, comunistas y socialistas, el Peñón, por primera vez en décadas, se ha convertido en motivo de controversia entre dos estados soberanos. En el centro de la cuestión, un grupo de habitantes, unos 30.000, que basan su vida en el pirateo y el blanqueo de capitales.
Soltar bloques de hormigón se ha convertido en el último capítulo de una historia que torna en humillación internacional. El siguiente, huele al robo de tierra de playas protegidas españolas para robar terreno al mar, mar español, la explicación, que la hay, en horas.
La Unión Europea, una vez más, se lava las manos en el asunto y soluciona el problema enviando observadores para evitar la imposición de tasas ilegales por parte del gobierno español.
Picardo, el sujeto de rostro duro, insulta a diario a los pescadores españoles ante el silencio cómplice de la Junta de Andalucía, gobierno, que nadie lo olvidé, en cuyo territorio se encuentra ubicado el peñón repleto de monos piojosos.
La llegada de las fragatas británicas, programada hace meses, supone una vuelta de tuerca más a las tensas relaciones entre los países.
¿Y mañana? ¿Qué inventarán los gibraltareños para jodernos?